jueves

Neuromante

CASE ESTABA SENTADO en la buhardilla con los dermatrodos pegados en la
frente, contemplando cómo unas motas bailaban en la diluida luz solar que
se filtraba por la rejilla de arriba. Una cuenta regresiva progresaba en una
esquina de la pantalla del monitor.
Los vaqueros no entraban en simestim, pensó, porque era básicamente un
juguete de la carne. Sabía que los trodos que usaba y la pequeña tiara
plástica que colgaba de un tablero simestim eran básicamente lo mismo, y
que la matriz dé ciberespacio era en realidad una drástica simplificación del
sensorio humano, al menos en términos de presentación, pero el simestim
mismo le parecía una gratuita multiplicación de entrada de carne.
Los
equipos que se vendían al público estaban especialmente editados, por
supuesto, de modo que si a Tally Isham le daba un dolor de cabeza en el
curso de un segmento, uno no lo sentía.
La pantalla emitió una advertencia de dos segundos.
El nuevo interruptor fue sujetado a los Sendai con una delgada cinta de
fibras ópticas.
Y uno y dos y...
El ciberespacio entró en existencia desde los puntos cardinales.
Suave, pensó él, pero no bastante suave. Tengo que trabajar en eso...
Luego movió el nuevo interruptor.

Fragmento de Neuromancer, primera novela de la Trilogía de Sprawl, de William Gibson, que probablemente podrá ser vista en breve en versión cinematográfica.
Las angustiosas novelas de W. Gibson han formado un lenguaje propio en la red con un futuro condicionado por la I.A.

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